martes, 7 de agosto de 2007

El metro y yo

Bajando por trepadoras escaleras, entro en la más grande guarida antes construida, de un cielo de plomo azulado inoxidable, trato de dar sentido a mi camino matutino.

Dentro de su lecho encontramos curiosidades en el zig-zag de vitrinas desteñidas, y encontrándome en el reflejo triste de una retorcida mujer de cicatrices lagrimales, dándome sonrisas que azotan, el reflejo filántropo del animal que pide más humanidad. Hay otras de las cuales pasamos frente sus narices y miran nuestros pasos osados, de los que viajamos por los acueductos creyendo que tenemos vida, pero a pesar de todo, dejamos la esperanza, en esa mujer descalza, que fuera de locales mercantes no hay pecar.

Caminamos por un suelo inmaculado, tropezamos con personajes, que forman parte de la diversidad del montaje histriónico de un escenario donde todos los espectadores somos parte, desde la hermosa muchacha que me da el diario, que hace mucho tiempo tengo atravesada una palabra mía, que no es mas mía, es de ella, que quiero decir, gracias por tu belleza, que da alegría, y me dice que no es necesario tener soles, lunas y astros, en el sombrero, para creer que existe un cielo.

De esa señora que tiñe su piel de innumerables despertares, que nota en mi cara esas lagrimas que caen de mi nariz , rápidamente saca de un bolso de recuerdos y olvidos, un pañuelo gris, e irrumpe mi espacio para hacerlo suyo, caigo entonces en su bolso de recuerdos y olvidos, de olvidos y recuerdos. Desde entonces, la saludo, ya que sé, que soy parte de lo que ella es.

Al momento de pagar mi boleto, doy las gracias por el viaje, bajo nuevamente por escaleras que se me ofrecen al paso, que encaminan mi andar, para llegar hacia el riel, en donde caigo en un nuevo mundo que me ofrece mi metro, por que el metro me cuida y yo lo cuido metro.

Al llegar al lugar del abordaje, me doy cuenta que tengo otro cielo, un nuevo escenario, del cual muy orgulloso me siento parte. En sus paredes colgadas, hay collages de gentes de una belleza física incalculable, me quedo pensando en la belleza del humano y me detengo en el reflejo que se hace de mi en la pared opuesta, y me pregunto que me paso a mí, pero no quiero seguir pensando y sigo caminando hasta un punto en el cual mi vista no pueda ver esa imagen , entonces recuerdo que traigo un libro me siento en los cómodos asientos que me ofrece este servicio y miro hacia el cielo, y escucho las micro pasar por mi rascacielo, y me siento elegido por que estoy en el metro.

Espero ansioso la llegada de los vagones repleta de gente, donde entro buscando butacas para descansar mi carne desahuciada, me quedo parado, pero no importa porque el metro me cuida y yo cuido al metro.

Empieza a andar, el aire choca mi cara y hasta suelta de mis ojos una lágrima, miro el reflejo que se hace de mí en la ventana y me encuentro joven y viejo, miro en la profundidad de la oscuridad que me ofrece este acueducto, y me doy cuenta como el mundo esta resumido en el metro; en el desposeído que duerme en las puertas de sus entradas, en el guardia que siente en sus manos el arma y se siente grande, se ven los pitucos y otros no tanto, a filósofos, a sabios, a malhechores, éxitos y fracasos. Y me doy cuenta que me encuentro enamorado del metro y se que el también me quiere, a pesar que para conseguir su cariño deba pagar 300 y pico pesos, pero a pesar de todo, el metro me cuida y yo cuido al metro.

Francisco Mimiça P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja, genial! a mi también me gusta mucho el metro, hay que enamorarse del metro a veces no queda otra.

Sólo quisiera que no fueramos tan chantas para las soluciones de transporte en este país.

Amo el metro por su diversidad de personajes, todas las historias mezcladas en una novela que va en ruedas y acordeones, la constante agonía de las caras torturadas otras felices como soñadores despiertos. Los que leen, los que esperan, los que van todos en las mismas páginas benditas.

¿Quien no ha visto los sujetos que se ponen a meditar en el metro?, hay que ser perspicaz, estan con los ojos cerrados pero su postura es digna e inamovible... me encantan esos personajes

Bruno

Anónimo dijo...

ta gueno... en todo caso tb es mi estancia de meditación y lectura... es mi metro pq soy parte de él todos los días, es verdad q no queda otra... tb me he visto reflejada en los vidrios y en los q van a mi lado, a veces no me gusta, otras veces logra despertar mi mente y mi alma... historias no faltan... faltan más lineas, estaciones y trenes, para albergar con espacio suficiente y dignamente cada una de ellas... o lo q se te ocurra...

Cristina